Los expertos aseguran que todavía existen características humanas que la inteligencia artificial no puede replicar. Una de ellas es el absurdo; es decir, todo lo opuesto a la razón, al pensamiento lógico y predictivo que impulsa el resultado de todo lo que obtenemos en plataformas como ChatGPT o Gemini. Sin embargo, si el absurdo es impulsado por un humano, con creatividad y con ayuda del modelo más potente para crear videos que hayamos visto hasta ahora, el resultado puede conmocionar a un país entero. Y no es cualquier país, es Brasil, un gigante acostumbrado a las súper estrellas televisivas y productoras de gran escala.

Imaginemos esta situación: una conductora indiscutible de la televisión local como Susana Giménez o Mirtha Legrand son creadas con IA. De pronto, una audiencia enorme sigue sus entrevistas, se ríe con sus bromas y hasta empresas deciden auspiciar su show sintético. Algo así está pasando a unos cuantos kilómetros de aquí y toda una industria audiovisual está sacudida por un fenómeno que parece mostrarnos una parte del futuro.

Marisa Maiô es la carismática conductora que conquistó la audiencia brasileña pero nunca existió en este mundo, al menos de carne y hueso. Porque sí existe en las redes y está arrasando en interacciones y likes cuando su rostro no pertenece a nadie, su voz fue generada por algoritmos y su personalidad provocadora fue moldeada por el youtuber Raony Phillips.

Conduce su show en traje de baño, aparenta tener entre cincuenta y sesenta años y su primer video que apareció a principios de junio tuvo más de dos millones de reproducciones. Parte de su éxito radica en el extremo realismo de sus publicaciones. Allí se ve un auditorio colmado de gente, panelistas y movileros en las calles, todos creados con el último modelo de generación de videos de Google, llamado Veo 3. La voz, sus movimientos e interacciones son fluidas y resulta muy difícil descubrir que todo el material es artificial.

Llega una nueva inteligencia artificial para WhatsApp y es de Google: ¿conviene usarla o desinstalarla?

El programa de Marisa es un clásico talk show, un formato que supo conquistar la televisión internacional durante décadas y que hoy encuentra su nicho en los recortes de redes sociales. Su creador utiliza justamente ese estilo para viralizar los “momentos” del programa, caracterizados por la sátira y una personalidad irreverente de su conductora.

Rapidez y simpleza

El caso de Marisa Maiô no es aislado. La industria de la imagen y el sonido ha visto con sorpresa la capacidad de este nuevo modelo de Google que por ahora es capaz de producir videos de ocho segundos pero con una rapidez y simpleza nunca vista. Solo basta con enviarle una instrucción detallada del contenido, el plano de la cámara, los movimientos y hasta los sonidos que se desean en el video. El modelo los crea en menos de dos minutos y los artistas como Raony Phillips los editan para que parezca una secuencia realista. La perfección de su obra y el humor que la caracteriza ya se convirtió en un modelo de negocio, luego de que Magazine Luiza -una cadena de comercio electrónico- y el multimedio UOL decidieran apoyar comercialmente a su personaje.

El éxito de figuras como Marisa Maiô no solo genera sorpresa, sino también preocupación en los profesionales que invirtieron años de su carrera y costosos recursos de producción. El circuito audiovisual fue hasta ahora una de las áreas de creación de contenidos con mayores exigencias para quienes querían participar de un negocio que con la crisis de la televisión tradicional había visto el futuro en las plataformas digitales. Pero ahora, esas propias plataformas están abriendo el juego para nuevos actores que ya no necesitan equipos ni conocimientos específicos de edición.

Una nueva función con inteligencia artificial en Gmail puede ahorrarte una cantidad increíble de tiempo

La pregunta por si Maiô es real o no parece ser anecdótica en este fenómeno. Lo curioso es cómo una creación artificial es capaz de conectar emocionalmente con la audiencia, crear seguidores y “fans” de algo sintético. Es un sismo para la industria pero también para nuestra manera de concebir el acto creativo, con la admiración depositada en el resultado de algoritmos y de una progresión tecnológica que seguramente seguirá sorprendiéndonos.

En uno de sus trabajos más recientes, el filósofo francés Eric Sadin advierte sobre este tipo de fenómenos como parte de lo que él denomina como “sociedad espectral”. En ella, la tecnología no sólo complementa, sino que redefine y subsume nuestra existencia, convirtiéndonos en meros “espectros” de nuestra antigua condición humana, en un mundo cada vez más mediado y dominado por algoritmos y sistemas inteligentes.

El cuerpo es objeto de estudio justamente de Sadin, y según este pensador, nuestra materialidad está siendo relegada a un segundo plano: a medida que la vida se “pixeliza”, el cuerpo físico y la experiencia sensorial directa son marginalizados. Es decir, nos volvemos “espectros” fijos y exangües ante la pantalla, donde la interacción principal se da con interfaces digitales, y no con la materialidad del mundo o la presencia de otros cuerpos. En el caso de Maiô ya ni siquiera mediados por el dispositivo, sino creados desde el dispositivo tecnológico en sí. Por eso, el show de Maiô quizás no sea tanto para ver, sino para vernos. No es solo el reflejo de la evolución de un modelo de IA, sino la evidencia de cómo está cambiando nuestra experiencia y nuestra sensibilidad en tiempos en los que hasta el absurdo más descabellado se presenta como una nueva y extraña fascinación.